martes, 27 de febrero de 2018

Again and again.

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que necesité perderme por aquí. Muchos años. Sin embargo, lo que me ha traído de vuelta es un tema que ha sido durante meses, incluso algún que otro año, un bucle en mi mente, en mis líneas.
Este es el primer año que no me he acordado del 29 de diciembre. El primero en mucho tiempo en que ni siquiera me di cuenta, hasta hoy. Pero estoy siendo deshonesta si digo que eso es lo que realmente me ha devuelto a escribir.
Es increíble como todo lo que era indiferente o ni siquiera era importante, años después ha cobrado sentido. Es sorprendente que no me diera cuenta antes, habiendo leído ya esas líneas, habiendo tenido todos esos fragmentos delante infinidad de veces. Lo pienso ahora y no puedo evitar reírme por pensar lo sumamente ingenua que fui. Por darme cuenta de que si fuese ahora, creo que tampoco me percataría. 
Pero ahora entiendo, comprendo, parte de lo que pasaba a mi al rededor y no vi. Lo cerca que estuve de comprenderlo pero que sin embargo, nunca lo hice. Ayer me di cuenta de que todas las veces que me hacías leer esos pequeños pedazos de ti, me los instabas porque llevaban mi nombre. Porque estaban dirigidos a mi, porque hablaban de mí. Me di cuenta también de que hasta ahora jamás lo había imaginado, pero al leerlos en orden, las fechas, las palabras...todas ellas hablan de mí.
Puede que después de todo, no fuese yo quien tenía todas las papeletas. Es gracioso, en realidad.
Es gracioso también darse cuenta de que, o no eras todo lo valiente que querías hacerme ver o creías ser, o que fuiste un cobarde.
Lo que realmente me pregunto es: ¿Por qué cobarde conmigo? ¿Por qué no fuiste capaz de decirme lo que sentías a mí, pero sí a otras personas? ¿Fue porque era yo? ¿Fue porque yo no era tan fácil de mirar como los demás? ¿Tenías miedo de mi negativa o simplemente puede que en realidad yo sí fuera especial? ¿Fue por eso por lo que no te atreviste? ¿Qué habría pasado si lo hubieras hecho?
Realmente me frustra que seas tú, OTRA VEZ, el que ne hace necesitar volver a escribir. Detesto que tenga que ser, como muchas otras veces, por ti. No sé por qué me enfada tanto todo esto pero lo hace
Ahora veo claro que sólo eras un niño asustado, que era muy fácil alardear de lo bien que lo hacías todo, de tu gran esfuerzo frente a la vida y de la valentía y determinación con la que lo afrontabas. Sí, precioso, maravilloso. Pero no fuiste capaz de plantarte delante de la persona que por aquel entonces te importaba, por quien sentías algo aunque no supieras muy bien por qué, y decirle lo que realmente te hubiera gustado decir. 

Todo esto solo me demuestra dos cosas: una, que era más importante pata ti de lo que tú jamás podrías reconocer, bueno, reconocerme a mí, dado que lo escribiste sin ser muy explícito, pero lo escribiste; y dos, que debajo de toda esa fachada y después de dar lecciones de moral, la niña que vivía en los mundos de Yupi a la que le faltaba mucho por entender, era bastante más valiente que tú después de todo. 

viernes, 11 de septiembre de 2015

La mala excusa, el deporte nacional.

"Es que soy así ". Parece que ese es el justificante nacional para cualquier metedura de pata. Como si por eso, las palabras dichas volaran y no se quedaran atrapadas en la memoria.  Como si así los hechos doliesen menos. No es más que una mala excusa, la cual es más fácil de decir que el hecho de pensar antes de hablar, más fácil que cambiar lo que no debe seguir como hasta ahora. 

sábado, 29 de agosto de 2015



" El miedo no es siempre malo. Es como un despertador, como una alarma. Nos recuerda que aunque estamos medio dormidos, no debemos seguir estándolo. Nos recuerda que es hora de levantarse y hacer algo, algo más de lo que estamos haciendo, puesto que no es suficiente. Que estar plácidamente cinco minutos más remoloneando no arreglarán nada, sino que pueden empeorarlo. Que eso nos quitará tiempo para reaccionar y hacer aquello que sin duda, deberíamos tener como prioridad, o al menos,tener por encima de la comodidad de una cama"

lunes, 15 de junio de 2015

15/06/2015



A estas alturas me conozco bien, y sé que cada vez más a menudo me dejo llevar por mi soberbia. Sé que la dejo hablar por mí y que después del punto de euforia, me arrepiento. Pero y ¿qué hago si soy intensa y de extremos? Me cuesta mucho y muy caro a veces, pero me he aceptado así. Pero cuando ser así es a costa de hacerte daño, me duele. Me duele justo después de soltar la bomba, porque sé el daño que eso va a hacerte. Y de verdad que lo siento por todas las veces que mi prepotencia o que tenga un temperamento tan fuerte te han hecho daño. Siento no poder controlarlo aunque lo intento.
Lo que más me duele es volcar siempre todas mis frustraciones contra ti, y que siempre tengas que ser tú el que tenga que comerse lo tuyo y lo de los demás. Pero en parte sabías a lo que te exponías conmigo.
Eres mi persona, para bien o para mal, y supongo que esa es la respuesta a todo. Choco contra ti absolutamente todo porque sé que no te vas a mover de ahí, ni a desaparecer, ni a romperte. Sé que no vas a asustarte por ello, ni tampoco a sorprenderte. Choco porque sé que a pesar de todo, vas a seguir ahí, sin irte a ningún sitio. Y hacía mucho que no podía ser así con nadie, y siendo sincera creo que con nadie he podido ser así, ni dejarme ver como un libro abierto como contigo. Son las consecuencias de querer a alguien como yo.
Detesto hacerte sentir mal como ayer, que no entiendas de dónde vienen todas las malas palabras y las formas para nada justificadas. Siento ser demasiado brusca e hiriente contigo, porque precisamente por no irte, por quedarte siempre, eres la última persona con la que me gusta hacer eso.

Pero por otra parte, me parece comprensible que seas tú y nadie más. Cuando has estado enfadado conmigo has sabido dejarlo a un lado para abrazarme, has sabido respirar hondo y olvidarlo cuando te he necesitado conmigo. No sólo en lo malo, también has sido capaz de decir basta para no desaprovechar el poco tiempo que durante estos dos últimos años hemos estado juntos. Has puesto eso por delante, el quererme y el echarme de menos a estar molesto conmigo. 

Y si yo he sido capaz a hacer lo mismo, a saber apartar el mal humor y mi carácter a veces, es porque me has enseñado a hacerlo. Me has enseñado a respirar profundo antes de dejar salir a mis demonios. Te lo dije una vez, y después de la primera unas cuantas más: y es que me aportas la calma y la templanza que yo nunca he sabido tener. Sabes llevarme, aunque te cueste, y sabes desquiciarme y calmarme a partes iguales. Y nunca nadie antes se había molestado en comprender que a mí me cuesta un poco más que al resto eso de que no me pierda la boca y el hecho de calmarme y no dejarme llevar por mi carácter fuerte. Nadie hasta que tú llegaste se había parado a intentarlo siquiera. 

De verdad que lo siento. Sólo quiero que sepas que soy la primera que sabe cómo soy, y sé que soy una persona totalmente impredecible y demasiado excéntrica, demasiado intensa como he dicho ya y temperamental, alguien que le pierde la boca nada más abrirla y que lo de controlarse a la hora de hablar, y sobre todo, callarse algunas cosas de las que piensa es prácticamente imposible. Sé que soy difícil, pero también sé todas las cosas buenas que tengo, y sólo espero que cuando se den situaciones así, tú las recuerdes una a una, y siga mereciendo la pena. 

Sé el daño que puedo hacerte casi hasta sin querer, pero sabes que al hacerlo acabo saliendo yo peor parada. Me duele bastante más que a ti, créeme. Sólo quiero que seas feliz, y colaborar yo en ello. Hacerte reír todos los días que me quedan y que siga sin hacernos falta hablar para saber lo que sentimos. Que con el simple hecho de mirarnos o reírnos, sepamos lo que nos estamos diciendo. Tú le das magia y chispa a mi vida, a todos mis días. Me das todo lo que necesito y más de lo que podría pedir, a pesar de todo, y eso es lo que espero darte yo siempre. Te quiero. 


Más que ayer, menos que mañana.